miércoles, 16 de mayo de 2007

La boda


Después de 9 años de pololeo, con mi novio hemos decidido casarnos. Una decisión que más de alguna vez nos acarreó más de algún problema, ya que muchas veces nuestros proyectos de vida no coincidían.

Sin embargo, las desaveniencias se acabaron cuando dejamos de insistir con el tema(o más bien dejé de insistir con el)

Dbo reconocer que, como a la mayoría de las mujeres, el bichito del matrimonio me comenzó a picar cuando comenzamos a trabajar. Y pese a que mi sueldo era insignificante e insostenible para cualquier familia, yo todavía creía en el "contigo pan y cebolla".

No obstante, mi pareja de pensamiento más racionalista (y materialista) no compartía dicha premisa e insistía que la estabilidad económica es el primer factor a considerar a la hora de formar nuestro propio hogar. "Eso de depender de los padres, estando casado" lo consideraba patético.

Esta confrontación de pensamientos, fluyó en un mar de peleas, llantos y distanciamiento. Y es que no concebía una mentalidad tan fría para comprometerse emocionalmente con otro. Después de todo, todavía creía que el hecho de haber sido padres me daba el derecho de exigirle amor incondicional.

Pero aunque quería olvidarme del tema, la presión social no me dejó hacerlo. Constantemente eramos "incitados" a responder en cuanto lugar que ibamos " ¿cuándo nos casabamos?" Y supe que todavía tendría que vivir la pesadilla de hacer frente la verguenza de no saber que responder o, peor aún, conocer la respuesta de él delante de todos los conocidos.

Me di cuenta que la "presión social" que residía en mi interior, provocó tal ansiedad que se enfermó nuestra relación y mi cuerpo también experimentó dicho malestar. Sufrí de un cuadro depresivo moderado, con crisis de angustia y ansiedad. No tenía ganas de salir y menos compartir con nadie. ¿Qué ganas tenía de humillarme?

Nuestra relación comenzó a sanarse, cuando comenzamos a aislarnos del mundo. Ya no salíamos ni llamabamos a nadie. Así no tendríamos que tocar nuevamente el dichoso "tema". Y las heridas comenzaron a cerrar.

De pronto, teníamos otro panorama de nuestras vidas. Vivíamos el momento, saliendo a cuanto lugar quisieramos. Conocimos a nuevas amistades, que ignoraban nuestra extensa vida de pareja, y empezamos a disfrutar de las "no preguntas, no presiones y no explicaciones". Nos pusimos andar en bici y a disfrutar como pololos nuevamente.

Y ahora estamos organizando nuestra boda. De él nació nuevamente el tema, pero ya sin comillas. Aunque todavía el proyecto le queda un año para llevarse a cabo, por lo menos está la energía para ir viendo lugares, precios e invitados. Después de todo, con nueve años hemos visto y vivido de todo. ¿Qué más puedo pedir?


1 comentario:

Alvaro Horta Calzada dijo...

Sólo pedir mucha más alegría para que se concrete ese amor tan grande que existe entre ustedes. Me siento afortunado de conocerlos.

Un gran abrazo!